viernes, 14 de septiembre de 2007

"Nuestro trabajo es mucha disciplina y mucho azar"

El Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (MUSAC), obra de Emilio Tuñón y Luis M. Mansilla, ha obtenido el máximo galardón arquitectónico de la Comisión Europea, el Premio Mies van der Rohe. El jurado reconoce al MUSAC por "la forma en que una serie de contenedores interrelacionados permite crear espacios interiores flexibles capaces de resolver los problemas que plantea la exposición del arte contemporáneo".
El museo se sitúa así entre los 10 mejores edificios europeos de los últimos 20 años (el premio europeo se concede cada dos años) y sus autores pasan a engrosar una lista en la que ya se incluyen el británico Norman Foster (por el aeropuerto de Stanstead, en Londres), el holandés Rem Koolhaas (por la Embajada de Holanda en Berlín), la ifadraquí Zaha Hadid (por una terminal de tranvías en Estrasburgo) o el navarro Rafael Moneo (por el Kursaal de San Sebastián). Otro equipo español, el formado por Esteve Bonell y Francesc Rius, también recibió el Mies van der Rohe en 1992 por el Velódromo de Horta, en Barcelona. En esa ciudad recogerán Tuñón y Mansilla el galardón, dotado con 50.000 euros, el 14 de mayo.

Emilio Tuñón y Luis Moreno Mansilla (Madrid, 1958 y 1959, respectivamente) intimaron trabajando para Rafael Moneo, con quien permanecieron más de 10 años. Poco a poco, construyendo un proyecto cada dos años, han ido sembrando el mapa de España de edificios singulares: el Centro Documental de la Comunidad de Madrid, el Museo de Castellón, el de Zamora, el Auditorio de León o el Museo de Arte Contemporáneo de esa ciudad (MUSAC), que ahora ha sido reconocido como el mejor edificio europeo de los últimos dos años. Reciben a EL PAÍS en su estudio, dos pisos destartalados en el barrio madrileño de Cuatro Caminos. El lugar donde trabajan tiene el aspecto de un taller de estudiantes. Pero allí se diseñan edificios que cambian las ciudades.
Pregunta. El Premio Mies van der Rohe que han obtenido por el MUSAC de León les ha puesto al lado de Siza, Foster, Moneo o Koolhaas. ¿Es su mejor edificio?
Luis Moreno Mansilla. Es una pieza entera, la que teniendo menos cosas acumula más lecturas. Es muy estricto: un cuadrado y un rombo, pero hace referencia a muchas cosas: a la historia del lugar empleando los colores de las vidrieras de la catedral, al pasado romano de la ciudad con el pavimento, habla de cómo se puede pensar la arquitectura como campo matemático sin que importe la forma ni el perímetro. Se relaciona con la agricultura, la base de la región, porque nos fascinaban los terrenos con formas irregulares que siguen el orden del arado. Pensamos que es un escenario para las personas.
P. ¿Es su trabajo más libre?
Emilio Tuñón. Es el punto en el que hemos adquirido libertad. Nuestro trabajo parte de una base restrictiva y va adquiriendo libertad. Como sucedía con el taller de literatura potencial Oulipo -el libro de Perec, ése tan bonito en el que desaparece una letra-, los grados de libertad van ligados a eliminar cada vez más cosas. Desde el punto de vista compositivo, el MUSAC son muy poquitas cosas: un sistema en planta y otro en fachada. No hay más. Pero para nosotros es un taller de arquitectura potencial.
P. ¿Cómo puede un arquitecto ganar libertad?
L. M. Con la sospecha de que la visibilidad de distintas cosas sólo es posible a través de una simplificación. Es una paradoja. Lo más sencillo ofrece más lecturas.
P. El MUSAC comparte barrio con otra obra suya, el Auditorio. Pero sienten que es un paso más. ¿En qué consiste el progreso en arquitectura?
E. T. Nos tomamos la arquitectura como un problema personal. Creemos, como Richard Rorty, que el éxito en arquitectura se produce por una coincidencia entre las obsesiones personales y las necesidades públicas. El Auditorio, frente al Hostal de San Marcos, debía dialogar con ese edificio histórico y hablar un idioma contemporáneo. El MUSAC habla de la participación del barrio. Es un edificio para todos. Algunas parejas de recién casados que antes se hacían las fotos ante el Hostal ahora se retratan frente al MUSAC. En el fondo hay algo de apropiación de los colores del museo. Hacen suyo algo que pertenece a la ciudad.
P. ¿El Auditorio es un paso necesario para el MUSAC, tanto en León como en su trayectoria? ¿Hay edificios que abren la puerta a otros?
E. T. La arquitectura es muy abstracta. Se basa en sistemas geométricos que pertenecen al metalenguaje de los arquitectos. Pero hay maneras de hacer que la gente de la calle sea capaz de entender un edificio abstracto: los colores recuerdan la variedad, una multitud de gente con vestidos diferentes, ropa colgada.
P. Son de Madrid. Tienen pasado y futuro en esa ciudad, pero han crecido en provincias con edificios de capital. ¿En qué resulta eso?
E. T. Hacer edificios fuera de Madrid nos ha dado mucho tiempo para pensar. Vamos a todas partes conduciendo y eso nos permite hablar y nos ha quitado prisas. Una cosa que nos alegra del MUSAC y del Auditorio es que le han dado la vuelta a su ciudad. El MUSAC ha insuflado a León otro aliciente, la contemporaneidad del mundo del arte. Ha llevado optimismo. Se ha sumado a cambios como la peatonalización. León es una ciudad en marcha. Allí ya casi no hace frío.
P. En 15 años llevan construidos siete proyectos. Ese ritmo de convertir la práctica en un laboratorio ¿es una actitud? ¿La receta para la eterna juventud?
E. T. Entendemos la arquitectura como algo que nos permite conocer y analizar el mundo. Atragantarse con muchas obras no nos parece que ayude a conocer mejor, sino peor. Queremos que todos, constructores y gente del despacho, piensen que la arquitectura es algo para disfrutar y no para sufrir.
P. ¿Y cómo lo hacen?
E. T. Hacemos una obra cada dos años.
L. M. Pero trabajamos como leones. Hacemos 10 concursos al año. De modo que no es que hayamos escogido este ritmo. La vida nos lo ha escogido y luego nos ha gustado. Cada proyecto nos ha servido para introducir nuevas cosas. Damos una pedalada cada vez.
P. Varios hechos en su trayectoria hablan de su falta de prisas. Por ejemplo, el empeño por tirar adelante un fanzine de pensamiento, Circo, que publican y distribuyen, gratuitamente, desde hace casi veinte años. ¿Qué aporta a un arquitecto interesarse por la literatura, por el cine, por otras disciplinas?
L. M. Mucho. Los problemas que tiene la arquitectura coinciden con los problemas de los demás. Y a veces ves mecanismos más claros en otros sitios. Circo nació como una carta con amigos y sigue siéndolo. Y a través de eso surgen las ideas. Pero resume nuestro trabajo: mucha disciplina -sacamos un número cada mes- y mucho azar. Estamos abiertos a lo que nos llega. Sabemos lo que queremos. Somos trabajadores e insistentes. Pero nos sentimos felices cuando llega el azar. Y decide.
P. El premio les ha puesto al lado de su maestro, Rafael Moneo, con el que trabajaron más de 10 años. ¿Cuál es la lección de Moneo?
E. T. Nos dio un modelo. Cuando tienes un modelo cada vez que vas a hacer algo, en el fondo, piensas ¿cómo lo haría Rafael? Luego, a lo mejor lo haríamos diferente. Pero tener un modelo de alguien que admiras y quieres te hace de guía. Como los hijos con los padres, los discípulos recurrimos al maestro, aunque sea para llevarle la contraria.

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