No aguanté tenía que colocar algunas fotos de mi proyecto de título jaj, mucho esfuerzo valió la pena para ver terminada la "ramada", gracias a todas esas personas que ayudaron a que este proyecto fuera posible de realizar. + info Ramada de la identidad
viernes, 1 de febrero de 2008
jueves, 20 de diciembre de 2007
KEKOx s
El gran maestro keko ha terminado su obra como dice el comercial solo falta la firma jaj, ya eres un gran arquitecto titulado compare, mantenganse asi siempre con esa personalidad bkn que ud. tiene y le va a ir muy bien en la vida, su proyecto espectacular mas info( http://www.joseluisuribeortiz.blogspot.com/) ubicado en vilches, a través de un complicado camino de acceso, se llega a este fabuloso mirador, oratorio y santuario de la naturaleza ( no estoy claro si en ese orden)
lunes, 5 de noviembre de 2007
Packing en Corinto
Proyecto recientemente terminado y presentado a la comisión de profesores(foto1) por Sebastian Araya más conocido como gambo, compare excelente proyecto, tiene una vista espectacular (foto2) y de una preocupación muy ardua entorno al detalle te felicito, la nota un fiel reflejo de la perfección, como siempre la directiva de talleres apoyando jaj(foto3)
lunes, 8 de octubre de 2007
Oficinas administrativas aseo y ornato municipalidad de Talca
Proyecto del Felix, que se enmarca dentro de la titulación 2007 de la universidad de Talca. La demora valió la pena, espacialmente notable, juntó una cantidad de paralelepípedos (oficinas) y los reunió dentro de un marco mayor, generando una edificación de dos pisos muy bien iluminadas. Según sus propias palabras el proyecto salió adelante "gracias al coraje" ya que en un momento determinado se quedó sin $, y enfrentó innumerables problemas. Todo esto se tradujo a la terminaciones y a los cierres del edificio (malla rachel negra y lata) y aunque se veía estéticamente bien es obvio que el confort térmico no es el ideal y la capacidad de permanencia en tiempo se ve notablemente reducida. Según una frase muy usada en la arquitectura "una obra no está nunca totalmente terminada", respecto a esto los cerramientos una vez que se comprometa el dinero necesario tendrá que ser reemplazados. Congratulations.
viernes, 5 de octubre de 2007
Dos casas en un mismo medianero
Una vez escuche una frase "pequeñas acciones, grandes cambios" en respuesta a la construcción indiscriminada de edificios turísticos que se hacía en Viña del mar, mediante algunos panfletos que se entregaban en la calle, un grupo de personas incitaban a no comprar tales departamentos ya que si lo hacían fomentaban el crecimiento excesivo de la población teniendo como consecuencias una mala calidad de vida, basada en hechos tan concretos como demorarse más al ir a trabajar, calles congestionadas etc. etc. Bueno en realidad mucha de estas acciones tienen mucho de custionables, pero es valorable el hecho de atreverse y plantear un inquietud. Entre una de muchas otras soluciones recordé un proyecto de taller de segundo año, donde las condiciones planteadas eran construir una casa para dos familias en un terreno medianero.
Medianero: "Que está en medio de dos cosas". En arquitectura un terreno medianero corresponde "a un espacio con tres aristas las cuales delimitan respecto al resto, conformando un único espacio, y donde sus vecinos se encuentran entre 1 e infinito".
Una casa para dos familias las cuales compartieran el mismo terreno, en un afán de estudio y dejando de lado la OGU(ordenanza general de urbanismo). Respecto a la espacialidad ambas casas poseen la forma de "L" y se sobreponen en torno a un patio central. El frente es muy reducido y su fachada hacia el sur da hacia la alameda.
Por mejor que se plantee la obra cabe preguntarse ¿que tanto puede resultar algo asi?¿podría ser una posible respuesta para el problema de espacio en una ciudad tan poblada?. Dejo estas interrogantes planteadas, consciente que es una de muchas otras formas existente pero donde la creatividad debe ponerse a prueba.
Medianero: "Que está en medio de dos cosas". En arquitectura un terreno medianero corresponde "a un espacio con tres aristas las cuales delimitan respecto al resto, conformando un único espacio, y donde sus vecinos se encuentran entre 1 e infinito".
Una casa para dos familias las cuales compartieran el mismo terreno, en un afán de estudio y dejando de lado la OGU(ordenanza general de urbanismo). Respecto a la espacialidad ambas casas poseen la forma de "L" y se sobreponen en torno a un patio central. El frente es muy reducido y su fachada hacia el sur da hacia la alameda.
Por mejor que se plantee la obra cabe preguntarse ¿que tanto puede resultar algo asi?¿podría ser una posible respuesta para el problema de espacio en una ciudad tan poblada?. Dejo estas interrogantes planteadas, consciente que es una de muchas otras formas existente pero donde la creatividad debe ponerse a prueba.
jueves, 4 de octubre de 2007
Hotel eco
El encargo del ramo de ecología consistió en crear un módulo habitable de marco rígido, desarmable y capaz de albergar a los miembros del equipo de trabajo y el cual sería probado en condiciones de intemperie. El marco además de ser resistente tendría que poseer la característica de ser impermeable frente a la lluvia y al frío, además de cumplir con las condiciones mínimas de comodidad dentro de los habitáculos y como último medida debía considerarse la capacidad y rapidez de armado.
Un camarote para 9 personas fue nuestra respuesta, construída en base a perfiles metálicos apernados y en el cual se plegaría a modo de cama, un conjunto de tablas corcheteadas con papel fieltro. La comodidad fue establecida en base a unas bases de espuma que usan los colchones, de características similares, pero de mucho menor espesor. El trabajo fue probado en el fundo el picaso, perteneciente a la universidad de Talca, donde albergamos durante una noche al aire libre, donde comprobamos la capacidad de la estructura y su comportamiento frente al peso de los integrantes, la experiencia fue muy satisfactoria al comprobar su buena estabilidad y confort.
Pelarco
Un pueblo muy pequeño basado en la agricultura como sustento, condenado a la pobreza sino se cambia o potencia realmente su sistema económico. Ésta es la realidad de Pelarco ubicado cerca de Talca, y donde sus planes de desarrollo son escasos. La arquitectura tiene múltiples aristas entre las que cuenta los Masterplan o en español planes maestros de ciudades. Mientras cuente con una municipalidad y por consiguiente un departamento de obra, las autoridades correspondientes deberían tomar las medidas necesarias para establecer planes de desarrollo.
viernes, 14 de septiembre de 2007
La fuerza del trabajo_colin 2007
Tomar la carretilla, la pala y muchas otras actividades que conllevan la elaboración de un proyecto, Pasar del papel, una realidad plana, a la tridimensionalidad de la construcción claramente es una satisfacción y ayuda a “comprender un poco más la arquitectura”. Se dio término al taller de obra 2007, realizado en Colín. Uno más de tantos pero se sintió raro no haber participado esta vez, solamente mirar como los demás trabajan, reconozco que hasta sentí un poco de envidia, claro que se pasa bien, es una instancia diferente para participar en equipo, conocer los materiales, actos como el de mover una piedra, parecen simples pero que claramente guarda una enseñanza. Muchos terminaron agotados, hasta no hubo “inauguración” es que esta vez el proyecto fue mucho mayor.
El proyecto consistió en generar espacios para la reunión que integraran e identificaran elementos de la comunidad. Desde el niño que cruza para ir a la escuela hasta el campesino que simplemente se detiene para descansar. Para esto el diseño se dividió mediante franjas programáticas, y donde la sumatoria de elementos conformaría un total. En realidad lo que alcancé a percibir fueron 3 grandes zonas: un centro muy potente, con dameros letrados (primera foto), otra ligada a la estación de trenes conformada por pircas las cuales contienen las rampas de maicillo y por último el perímetro hacia el camino principal el cual cumple la función de conducir al habitante.
Algo que marcó la pauta de este proyecto fue la libertad para generar muchas líneas sueltas y trazos poco coherentes pero que al final de cuentas corresponden a decisiones de cada grupo, espero que los habitantes de colín hallan sentido toda esa dedicación y cariño con que se hicieron las cosas y que comiencen a ocupar ese espacio que hasta esta intervención era un retazo.
El proyecto consistió en generar espacios para la reunión que integraran e identificaran elementos de la comunidad. Desde el niño que cruza para ir a la escuela hasta el campesino que simplemente se detiene para descansar. Para esto el diseño se dividió mediante franjas programáticas, y donde la sumatoria de elementos conformaría un total. En realidad lo que alcancé a percibir fueron 3 grandes zonas: un centro muy potente, con dameros letrados (primera foto), otra ligada a la estación de trenes conformada por pircas las cuales contienen las rampas de maicillo y por último el perímetro hacia el camino principal el cual cumple la función de conducir al habitante.
Algo que marcó la pauta de este proyecto fue la libertad para generar muchas líneas sueltas y trazos poco coherentes pero que al final de cuentas corresponden a decisiones de cada grupo, espero que los habitantes de colín hallan sentido toda esa dedicación y cariño con que se hicieron las cosas y que comiencen a ocupar ese espacio que hasta esta intervención era un retazo.
Las construcciones 'povera' de Sambo
Hace poco más de una década el arquitecto Samuel Mockbee, conocido como Sambo, dejó la comodidad de su estudio y se trasladó a una de las zonas más pobres de EE UU, donde creó un taller en el que se diseñan y construyen casas con materiales baratos, reciclados y regalados. Tras su muerte en 2001, la iniciativa continúa a través de una apasionante experiencia que fuerza a la arquitectura a nuevos fines estéticos, técnicos y medioambientales.
A los cincuenta años Samuel Mockbee dejó su despacho de arquitectura. Cambió más de quince prósperos años con Coleman Coker en Misisipi, para fundar el Rural Studio a principios de los noventa. Sambo -como se le conocía- estaba inquieto por el curso de la arquitectura americana de aquellos años que, alentada por las señales de prosperidad de la economía global, las nuevas tecnologías y la posmodernidad, había abandonado su compromiso cívico y social para entregarse a los asuntos de estilo.
Samuel Mockbee quedó seducido por el condado de Hale, en Alabama, uno de los rincones más pobres del sur profundo estadounidense, con ecos de un pasado confederado y latifundista, donde los esclavos negros que se dedicaban a la cosecha del algodón emigraron al norte tras el colapso de este mercado. Ahí, decidió fundar un taller enfocado a proyectar y construir modestas -y originales- casas para gente pobre.
En 1992 Sambo y su primer grupo de doce alumnos de la Universidad de Auburn, Alabama, creían que se trataba de un experimento docente de un año. Sin embargo, la experiencia continúa. La entrega absoluta y entusiasta del Rural Studio fue injertando al condado de Hale inventivas estructuras hechas con materiales baratos, reciclados o donados: ladrillos viejos, durmientes de tren, láminas corrugadas de cartón y plástico, ruedas gastadas de camión, matriculas de coche, balas de papel prensado o moqueta modular. Poco a poco aparecieron casas únicas para gente necesitada, hecha de arquitectura sin pretensiones pero expresiva, honesta y original, ligada al contexto pero innovadora.
Desde entonces, cada semestre quince alumnos del segundo curso se aíslan en la base del Rural Studio, a doscientos kilómetros de la Universidad de Auburn, a quince del restaurante más cercano y a sesenta de un cine, en medio de un paisaje lacónico entre traileres abandonados y negros meciéndose en sus porches remendados. Ahí aprenden a trabajar en equipo, a proyectar y construir una casa, involucrando las responsabilidades éticas y sociales asociadas a la arquitectura.
La primera intervención fue un nuevo porche inclinado y translucido y unas alcobas semicilíndricas anexadas a una casa vieja. La siguiente convirtió los grandes techos inclinados comunes de esta zona lluviosa y húmeda en una oportunidad, dando alas a la cubierta, con soluciones ingeniosas y baja tecnología. En 1995, construyeron la capilla Yancey, que no es más que un pabellón abierto a vistas panorámicas, con una cubierta muy inclinada, a dos aguas, sobre unos insólitos muros compuestos de mil ruedas viejas de coche rellenas de hormigón. La estética contemporánea y desenfadada del Rural Studio parte de la relectura de las formas y los elementos típicamente sudistas, interpretados libremente. Sambo describía su arquitectura como "contemporánea inspirada en la vernácula", desde las cubiertas de lámina galvanizada, metales oxidados, traileres y porches.
No por casualidad se ha comparado al Rural Studio con el Taliesin que Frank Lloyd Wright fundara en Arizona. Samuel Mockbee, como Wright, era un maestro carismático que abrió las mentes de sus discípulos con lecciones prácticas más que con áridas teorías. Sin embargo, mientras Wright era dominante y egocéntrico, Sambo afirmaba que "la bondad es más importante que la grandeza y la compasión más esencial que la pasión".
El Rural Studio representa una visión de la arquitectura que aborda no sólo la educación práctica y el sentido social, sino también el uso de materiales reciclados y anómalos, tratando de llevar al límite la arquitectura en términos estéticos, técnicos y medioambientales. Se trata de convertir materiales ordinarios en objetos extraordinarios.
Sambo murió de leucemia a finales de 2001, tras recibir un transplante de médula ósea de su hermana a quien le diagnosticaron cáncer de mama, muriendo un año después. Si Mockbee era el corazón y el alma del Rural Studio, su sucesor es un outsider: Andrew Freears. Oriundo de Yorkshire, Inglaterra, formado en la Architectural Association de Londres, Freears trabajó en Chicago y fue profesor en la Universidad de Illinois, antes de entregarse a la causa rural. Con Mockbee los estudiantes siempre eran los autores y los mejores maestros eran jóvenes inexpertos que tenían la energía y el entusiasmo necesarios para contagiar a los alumnos. El nuevo director, sin embargo, se involucra personalmente -y quizá intelectualiza- en los proyectos del taller haciendo que el programa se expanda exponencialmente. En los primeros años los estudiantes tenían que hacer el proyecto, conseguir los fondos y construir. Ahora los líderes de la comunidad se acercan para solicitar proyectos más complejos, financiados con fondos del Gobierno. Dos años después de la muerte de Mockbee el Rural Studio concluyó diecisiete proyectos dispersos a más de doscientos kilómetros del condado de Hale, y en la medida que ha madurado, los edificios de la comunidad han crecido, se han hecho más complejos y con mayor significado social. De la mano de Freears, los edificios procuran ser duraderos, y evitan los materiales poco convencionales. El Rural Studio de Mockbee se reconocía por sus ángulos agudos, las afiladas diagonales y los techos volados. Ahora tienden a lo neutral, a la modernidad minimalista: son menos expresivos y más refinados.
La nueva estación de bomberos en Newbern o la capilla babtista perdida en medio del campo, son austeros ejercicios de composición contenida y elegante, con dominio de la construcción y con detalles espléndidos. En el Parque Perry Lakes se dispersa entre los árboles y los lagos una serie de objetos arquitectónicos espectaculares: el puente colgado de la cubierta estructural a dos aguas, el pabellón formado por pliegues deleuzianos de madera, o los tres lavabos que ven contemplativamente hacia el cielo, el horizonte o hacia el tronco de un árbol, más cercanos al lenguaje de John Hedjuk que a la gramática autóctona.
Una experiencia como la del Rural Studio deja mella. El legado de Samuel Mockbee pasa por la espontaneidad formal y la responsabilidad social y medioambiental. De la mano de Andrew Freears la evolución creativa conjura el anquilosamiento y la sacralización de su origen, sin olvidar los compromisos con el lugar y sus gentes. El rumbo que Sambo inyectó a este taller rural paradigmático y rousseauniano bien podría ser una referencia para miles de escuelas de arquitectura, incapaces de tomar riesgos fuera de la imitación acrítica de los modelos mediáticos de la arquitectura contemporánea.
A los cincuenta años Samuel Mockbee dejó su despacho de arquitectura. Cambió más de quince prósperos años con Coleman Coker en Misisipi, para fundar el Rural Studio a principios de los noventa. Sambo -como se le conocía- estaba inquieto por el curso de la arquitectura americana de aquellos años que, alentada por las señales de prosperidad de la economía global, las nuevas tecnologías y la posmodernidad, había abandonado su compromiso cívico y social para entregarse a los asuntos de estilo.
Samuel Mockbee quedó seducido por el condado de Hale, en Alabama, uno de los rincones más pobres del sur profundo estadounidense, con ecos de un pasado confederado y latifundista, donde los esclavos negros que se dedicaban a la cosecha del algodón emigraron al norte tras el colapso de este mercado. Ahí, decidió fundar un taller enfocado a proyectar y construir modestas -y originales- casas para gente pobre.
En 1992 Sambo y su primer grupo de doce alumnos de la Universidad de Auburn, Alabama, creían que se trataba de un experimento docente de un año. Sin embargo, la experiencia continúa. La entrega absoluta y entusiasta del Rural Studio fue injertando al condado de Hale inventivas estructuras hechas con materiales baratos, reciclados o donados: ladrillos viejos, durmientes de tren, láminas corrugadas de cartón y plástico, ruedas gastadas de camión, matriculas de coche, balas de papel prensado o moqueta modular. Poco a poco aparecieron casas únicas para gente necesitada, hecha de arquitectura sin pretensiones pero expresiva, honesta y original, ligada al contexto pero innovadora.
Desde entonces, cada semestre quince alumnos del segundo curso se aíslan en la base del Rural Studio, a doscientos kilómetros de la Universidad de Auburn, a quince del restaurante más cercano y a sesenta de un cine, en medio de un paisaje lacónico entre traileres abandonados y negros meciéndose en sus porches remendados. Ahí aprenden a trabajar en equipo, a proyectar y construir una casa, involucrando las responsabilidades éticas y sociales asociadas a la arquitectura.
La primera intervención fue un nuevo porche inclinado y translucido y unas alcobas semicilíndricas anexadas a una casa vieja. La siguiente convirtió los grandes techos inclinados comunes de esta zona lluviosa y húmeda en una oportunidad, dando alas a la cubierta, con soluciones ingeniosas y baja tecnología. En 1995, construyeron la capilla Yancey, que no es más que un pabellón abierto a vistas panorámicas, con una cubierta muy inclinada, a dos aguas, sobre unos insólitos muros compuestos de mil ruedas viejas de coche rellenas de hormigón. La estética contemporánea y desenfadada del Rural Studio parte de la relectura de las formas y los elementos típicamente sudistas, interpretados libremente. Sambo describía su arquitectura como "contemporánea inspirada en la vernácula", desde las cubiertas de lámina galvanizada, metales oxidados, traileres y porches.
No por casualidad se ha comparado al Rural Studio con el Taliesin que Frank Lloyd Wright fundara en Arizona. Samuel Mockbee, como Wright, era un maestro carismático que abrió las mentes de sus discípulos con lecciones prácticas más que con áridas teorías. Sin embargo, mientras Wright era dominante y egocéntrico, Sambo afirmaba que "la bondad es más importante que la grandeza y la compasión más esencial que la pasión".
El Rural Studio representa una visión de la arquitectura que aborda no sólo la educación práctica y el sentido social, sino también el uso de materiales reciclados y anómalos, tratando de llevar al límite la arquitectura en términos estéticos, técnicos y medioambientales. Se trata de convertir materiales ordinarios en objetos extraordinarios.
Sambo murió de leucemia a finales de 2001, tras recibir un transplante de médula ósea de su hermana a quien le diagnosticaron cáncer de mama, muriendo un año después. Si Mockbee era el corazón y el alma del Rural Studio, su sucesor es un outsider: Andrew Freears. Oriundo de Yorkshire, Inglaterra, formado en la Architectural Association de Londres, Freears trabajó en Chicago y fue profesor en la Universidad de Illinois, antes de entregarse a la causa rural. Con Mockbee los estudiantes siempre eran los autores y los mejores maestros eran jóvenes inexpertos que tenían la energía y el entusiasmo necesarios para contagiar a los alumnos. El nuevo director, sin embargo, se involucra personalmente -y quizá intelectualiza- en los proyectos del taller haciendo que el programa se expanda exponencialmente. En los primeros años los estudiantes tenían que hacer el proyecto, conseguir los fondos y construir. Ahora los líderes de la comunidad se acercan para solicitar proyectos más complejos, financiados con fondos del Gobierno. Dos años después de la muerte de Mockbee el Rural Studio concluyó diecisiete proyectos dispersos a más de doscientos kilómetros del condado de Hale, y en la medida que ha madurado, los edificios de la comunidad han crecido, se han hecho más complejos y con mayor significado social. De la mano de Freears, los edificios procuran ser duraderos, y evitan los materiales poco convencionales. El Rural Studio de Mockbee se reconocía por sus ángulos agudos, las afiladas diagonales y los techos volados. Ahora tienden a lo neutral, a la modernidad minimalista: son menos expresivos y más refinados.
La nueva estación de bomberos en Newbern o la capilla babtista perdida en medio del campo, son austeros ejercicios de composición contenida y elegante, con dominio de la construcción y con detalles espléndidos. En el Parque Perry Lakes se dispersa entre los árboles y los lagos una serie de objetos arquitectónicos espectaculares: el puente colgado de la cubierta estructural a dos aguas, el pabellón formado por pliegues deleuzianos de madera, o los tres lavabos que ven contemplativamente hacia el cielo, el horizonte o hacia el tronco de un árbol, más cercanos al lenguaje de John Hedjuk que a la gramática autóctona.
Una experiencia como la del Rural Studio deja mella. El legado de Samuel Mockbee pasa por la espontaneidad formal y la responsabilidad social y medioambiental. De la mano de Andrew Freears la evolución creativa conjura el anquilosamiento y la sacralización de su origen, sin olvidar los compromisos con el lugar y sus gentes. El rumbo que Sambo inyectó a este taller rural paradigmático y rousseauniano bien podría ser una referencia para miles de escuelas de arquitectura, incapaces de tomar riesgos fuera de la imitación acrítica de los modelos mediáticos de la arquitectura contemporánea.
Santiago Cirugeda, el agitador de la arquitectura
Es un arquitecto alegal. Aprovecha vacíos en la ordenanza para construir en solares o azoteas. Es la otra cara de la moneda de los arquitectos amos del universo, que concibe su profesión como una forma de solucionar problemas y no de crearlos. Se está convirtiendo en una estrella.
Solar entre medianeras en el barrio madrileño de Lavapiés. El fotógrafo retrata a Santiago Cirugeda (Sevilla, 1971) en ese hueco entre dos edificios. Se han colado tras la valla. Cirugeda se detiene a mirar unas vigas de madera: "Con esas vigas hacía yo virguerías", se ríe. Calle de la Torrecilla del Leal. Olor a lejía de la cervecería junto al solar. Trapicheo en la esquina con la calle de la Escuadra. Muy cerca, en la calle del Olivar, Cirugeda levantó hace unos años un alojamiento temporal. Con un edificio hecho en pocos días ocupó un solar. El inmueble se convirtió en un centro para una asociación del barrio. A eso se dedica este arquitecto. A edificar en solares desocupados, a aprovechar vacíos legales para levantar viviendas en azoteas, a construir parques para los ciudadanos hartos de vivir sin parque y al lado de un descampado.
La arquitectura, aliada tradicional del poder, ¿puede aliarse con la agitación?
Aunque hoy represente más el espectáculo que el compromiso social, puede aliarse con cualquiera. La arquitectura da un servicio igual a la Administración que a la gente sin hogar.
¿Se hizo arquitecto para demostrar que los arquitectos no son necesarios?
Desde pequeño tenía vocación de intervenir, de cambiar cosas en la ciudad. Ingenuamente, pensaba que siendo arquitecto podría hacer más cosas. Luego, con la educación que recibí me di cuenta de que no hacía falta. Se puede y se debe hacer una ciudad con otras herramientas que no son la arquitectura.
¿Qué herramientas?
El asociacionismo, la clandestinidad. Una movilización puede cambiar más una ley que cualquier arquitectura. Puede solucionar problemas de habitabilidad, de acondicionamiento. En el trabajo que hacemos, la forma final de la arquitectura importa muy poco. Da igual que sea plástico negro o blanco.
¿Por qué quería ser arquitecto ya de niño?
Porque las ciudades me parecían horribles. Con huecos, con lugares desperdiciados, faltos de uso.
¿Cómo se da cuenta un niño de que una ciudad no funciona?
Yo soy sevillano. El centro histórico de Sevilla es el mayor de España con diferencia, catalogado. Pues no había columpios.
¿Y siendo usuario de columpios tomaba ya nota de las carencias urbanas?
Desde que tengo uso de razón recojo basura para hacer cosas. Mi madre lo sabe. Ella dice que hoy hago lo mismo que hacía de pequeño. En eso soy afortunado. Por lo demás, me fastidian y me fascinan los lugares vacíos.
¿Por qué?
Son lugares irreales, en stand by. Todavía no son, pero pueden ser. En los sitios deben ocurrir cosas. Y allí nunca pasa nada.
¿Horror al vacío?
No. No es una cuestión estética. Es que necesito que se usen las cosas. Siento urgencia por dar vida a las cosas que no la tienen y que deberían tenerla: un solar, un edificio vacío. Creo en el reciclaje de lugares tanto como en el de objetos.
¿Los arquitectos son demasiado obedientes? ¿Nunca repiensan la ciudad?
Hay de todo. Pero todos participan en los concursos que convocan los políticos y la actitud crítica es mínima. Hay un servilismo absoluto. Hay tantas ganas de construir, tantas ganas de poner ahí tus huevos, que uno deja hasta de pensar. Hay, eso sí, mucha elegancia en las formas, mucha elegancia en el trato político. Yo apenas veo arquitectos que pongan en juego su vida laboral por quejarse por algo injusto.
¿Le asusta poner en juego su vida laboral?
Ese miedo viene de vez en cuando. Pero como todo lo que hemos planteado lo hemos construido... He construido más como estudiante de arquitectura que como arquitecto. Ahora volvemos a hacer unas casas autodenunciadas que ya hice hace siete años. Viviendas ilegales para intentar buscar un protocolo legal que legalice esa situación.
A la gente que no tiene casa, a los jóvenes sin vivienda, ¿les aconseja que salgan a la calle a protestar? ¿Que tomen la calle?
La protesta pacífica es importante. Durante años me he nutrido de los correos electrónicos que llegan (www.recetasurbanas.com) con gente que cuenta sus problemas, sus dudas sobre la vivienda. Te piden ayuda técnica para poder hacerse una casa. Y soluciones hay muchas.
¿Tiene muchas?
Hay montones. Las cooperativas nórdicas: "Danos suelo, nosotros construimos". No somos propietarios de la casa, pero la utilizamos toda la vida. Rehabilitemos edificios públicos y luego utilicémoslos nosotros.
¿No hay ganas de solucionar el problema?
Ganas por parte de los jóvenes es muy difícil. Pero aun así, hay algunos echados para adelante. Tienen un pequeño ahorro y se quieren esforzar en hacer una casita.
De las suyas, ilegales, claro.
Sí, claro.
España es uno de los países con más propietarios. Seguramente hay más hipotecas asumidas que ganas de salir a la calle. ¿Cómo convence a un joven con cuatro duros para que los invierta en una vivienda ilegal que puede perder?
Un ejemplo. Mi amigo Pepe lleva siete años en una vivienda ilegal. Tiene una casa estupenda en una azotea.
¿De quién es la azotea? ¿De su familia?
Nada de eso. Estamos llegando a acuerdos con comunidades de propietarios con pocos recursos. Se pueden construir casas en la azotea con un contrato entre ellos. El inquilino paga un alquiler y gastos de comunidad. Con eso limpian la escalera o pintan la fachada. Todos ganan.
¿Usted ha tenido problemas con la ley?
Claro. Cuando puse los columpios en las cubas para hacer un parque tuve que ir a comisaría. O cuando puse los andamios para agrandar unas viviendas. Ahora he hecho una demolición en Fuerteventura. Contraté una excavadora para cortar una carretera. Y se ha cortado.
¿Para qué?
En Fuerteventura se hizo esa carretera de varios kilómetros para una urbanización que se paralizó en los tribunales. La obra está parada, pero la carretera no desaparecía. Hicimos unos carteles explicando un supuesto proyecto del Cabildo para acabar con todo aquello. Luego contraté a un señor y levantó la carretera. Es una manera de intervenir directamente. Los que más incumplen la normativa suelen ser los de la Administración pública.
¿Cuándo decidió protestar y por qué?
No empecé protestando, sino solucionando. Muy tímidamente, cuando puse columpios sobre contenedores en un descampado para que el barrio tuviera una zona de juegos, creo que solucioné una carencia.
¿No empezó agrandando la casa de sus padres?
A la vez. Yo tenía el problema de la mayoría de los jóvenes: que viven con sus padres y no pueden tener la intimidad que necesitan. Ocupé la azotea. La conecté al piso de mis padres con un tubo. Luego, por problemas familiares, me fui de casa. Y me puse a hacer casas para otros. Porque no tenía ganas de romper esa vida familiar que teníamos.
¿Cuántos son en su casa?
Éramos cuatro chicos, uno de mis hermanos falleció. Y de ahí vino toda esa historia, nuestro problema.
Y su padre, coronel del ejército, ¿qué cara ponía ante sus ocurrencias?
Siempre ha respetado mi actitud. Le cuesta entender mis replanteos legales, porque tiene unas convicciones muy fuertes. Él me animó a estudiar arquitectura.
¿Sus hermanos qué hacen?
Uno es abogado; el otro, economista. Y el que falleció era militar.
¿Su madre?
Ama de casa. Pero trabaja más que todos nosotros juntos. Y es animadora absoluta de las cosas que yo hago. Cuando puse los columpios me decía: "Yo voy con mis amigas, nos sentamos allí, y si la gente no los usa, les animamos a que se monten". No hizo falta. Se usaron mucho. Pero yo no hacía las cosas por denunciar. Yo hacía lo que hacía falta. Luego fui tomando conciencia de que hacer lo que nadie ha hecho es protestar. Ponerte a solucionar problemas puede ser protestar. Pero yo no era protestón. De hecho, necesitaba mucha serenidad, porque tenía que estudiar la ordenanza y ver por dónde fallaba para interpretarla.
¿Se ve poniendo tornillos toda la vida?
Creo que sí. Los proyectos que estamos haciendo funcionan todos con tornillos. Y eso, además de abaratar la construcción, hace que le tomes más cariño a lo que haces. Además, como montar cosas con tornillos requiere plazos tan cortos, te relacionas con la gente que va a ser usuaria. A mí me gusta. El otro día suspendí una exposición en Nueva York por irme a poner tornillos a Granada. Eso sí que es una experiencia personal, tres días poniendo tornillos juntos.
Ese mundo de charlas y exposiciones en las que participa para financiarse, ¿no teme que le aparte de su objetivo?
El mundo del arte es muy caprichoso. Si al mundo del arte le da por pasar de mí, yo voy a seguir haciendo lo mismo.
¿Qué opina del mundo del arte actual?
El mercado está condicionando mucho el trabajo de los artistas. Eso no es malo. Lo malo es que condicione su criterio.
¿Para qué quieren los ricos, que son los que pueden comprar arte, meterse lo subversivo en casa?
Seducción pura y dura, ¿no? Lo que gusta es lo que no tienes. También los políticos se dedican a seducir.
¿Con usted lo han intentado?
Hay políticos que se dedican a eso. A mí me han propuesto que haga algo más cercano a sus propuestas que a lo que yo quería: un uso distinto para el suelo urbano. Puedo entender a amigos que han caído en la seducción. Un mal momento, una enfermedad, una racha de soledad. Puedo entender que uno, un día, acepte participar en un concurso en el que no es legal ir ya como ganador. ¿Vas a hacer mal el proyecto? No. Entiendo la tentación. Pero ahora mismo tengo la fortuna de trabajar en un colectivo, una red de amigos. Si yo estoy más hundido, ellos están trabajando, poniendo contenedores o reciclándolos o haciendo un centro social.
Las lagunas de las ordenanzas, que son su campo de acción, ¿terminarán un día?
No. No se acabarán nunca porque la ilegalidad es una cosa tan antigua como la propia ley. La ilegalidad normalmente se aplica al beneficio económico puro y duro, y en nuestro caso planteamos ciertas ilegalidades no como un fin, sino como un medio. Lo que hacemos es tratar de cambiar la situación y llegar a legalizar situaciones diferentes. Siempre habrá que replantear la legislación. Es parte de su lógica. Las legislaciones deben evolucionar y hacerse mejores. No se puede ser perezoso para cambiar las cosas.
¿Se tiene que ser joven?
Conozco gente mayor mucho más joven que los jóvenes. Gente que viene de otra radicalidad, de otras posiciones ideológicas. La gente joven hoy vibra muy poco. En las asociaciones, los jóvenes se hacen visibles, pero a nivel general, la cosa de la juventud va mal.
¿Cómo lo nota?
Para empezar, por el alumnado. No doy clase en una universidad, sino en veinte. Hago talleres. Y siempre pregunto por el alumnado. La opinión en los últimos quince años es siempre la misma: más acomodado, menos curioso, más competitivo... La posición crítica o la vas reforzando de joven o estás perdido. Si no lo haces, al final te tragas una hipoteca, un trabajo de mierda y lo que haga falta. Es tan sencillo como eso. Y hay gente vieja alucinante. El otro día en Ginebra conocí a un arquitecto, Hans Peter Muller. Vivía en una casa hinchable. Treinta y cinco años llevaba allí. Se hartó de los procesos ideológicos y dijo: "Para teoría, vosotros. Yo me voy para otro lado. Me voy a hincharla".
¿No se cansa de vivir fuera de la ley?
No me canso porque no vivo fuera de la ley. Planteo legalidades continuamente. Vivo alquilado. Tengo un coche de segunda mano. No tengo propiedades. Lo que cansa es replantear continuamente la legislación. Eso sí.
¿A su madre no le preocupa que no tenga casa?
Pues sí. Obviamente, mi madre, como buena madre española, siempre me dice: "Santi, intenta comprar la casa. Habla con el casero. A ver si te compras un coche mejorcito". Pero como dice mi hermano mayor: tiene que haber gente de todo tipo. Claro que hay malas rachas...
¿Por qué hay tan pocos arquitectos socialmente ejemplares?
Porque no están claros los cauces. No sabrán cómo trabajar. Es más clara la estrategia de ganar un concurso que plantear un trabajo colectivo. En la escuela de arquitectura aprendes que una de las vías para trabajar son los concursos. Pero nadie se plantea que un concurso es tratar de solucionar con una pieza arquitectónica la ciudad que otros han inventado en un pliego de condiciones. Hay que plantear si hace falta un museo, no si va a ser marrón.
¿Por qué a los arquitectos les preocupa más ser elegantes que implicarse socialmente?
Puede que por la imagen que muchos tienen de sí mismos. No he visto profesión más soberbia. Como arquitecto, o eres borde y aparentemente intelectual o no te valoran. En los noventa estaba de moda hablar de los procesos. Cogían una mancha de su camisa, la fotocopiaban y de ahí salían los trazos para hacer la arquitectura. Yo les pregunté que puestos a elegir un proceso, por qué elegían ser elegantes. Les dije que en el arte de entonces estaban trabajando con el sexo, con excrementos, con el miedo, con la violencia. Y ellos, con cositas de colores. "Si lo que os interesa es el proceso", les dije, "sois más pobres que los artistas". Les molestó. Me respondieron que hiciera yo arquitectura con mierda.
Lo social, como lo sostenible, ¿no se ha convertido en una moda?
La palabra, por sobreusada, está vacía de contenido. Pero está claro que lo sostenible es lo que se mantiene con lo mínimo, lo que funciona bien. Socialmente, eso se ve en los barrios. Cuando uno se empieza a desarticular por falta de tranquilidad, por desigualdad de equipamientos, por absentismo escolar, por paro... hay cien indicadores que avisan: peligro a la vista.
Si todo es tan mensurable, ¿por qué no lo solucionan los políticos?<>
Solar entre medianeras en el barrio madrileño de Lavapiés. El fotógrafo retrata a Santiago Cirugeda (Sevilla, 1971) en ese hueco entre dos edificios. Se han colado tras la valla. Cirugeda se detiene a mirar unas vigas de madera: "Con esas vigas hacía yo virguerías", se ríe. Calle de la Torrecilla del Leal. Olor a lejía de la cervecería junto al solar. Trapicheo en la esquina con la calle de la Escuadra. Muy cerca, en la calle del Olivar, Cirugeda levantó hace unos años un alojamiento temporal. Con un edificio hecho en pocos días ocupó un solar. El inmueble se convirtió en un centro para una asociación del barrio. A eso se dedica este arquitecto. A edificar en solares desocupados, a aprovechar vacíos legales para levantar viviendas en azoteas, a construir parques para los ciudadanos hartos de vivir sin parque y al lado de un descampado.
La arquitectura, aliada tradicional del poder, ¿puede aliarse con la agitación?
Aunque hoy represente más el espectáculo que el compromiso social, puede aliarse con cualquiera. La arquitectura da un servicio igual a la Administración que a la gente sin hogar.
¿Se hizo arquitecto para demostrar que los arquitectos no son necesarios?
Desde pequeño tenía vocación de intervenir, de cambiar cosas en la ciudad. Ingenuamente, pensaba que siendo arquitecto podría hacer más cosas. Luego, con la educación que recibí me di cuenta de que no hacía falta. Se puede y se debe hacer una ciudad con otras herramientas que no son la arquitectura.
¿Qué herramientas?
El asociacionismo, la clandestinidad. Una movilización puede cambiar más una ley que cualquier arquitectura. Puede solucionar problemas de habitabilidad, de acondicionamiento. En el trabajo que hacemos, la forma final de la arquitectura importa muy poco. Da igual que sea plástico negro o blanco.
¿Por qué quería ser arquitecto ya de niño?
Porque las ciudades me parecían horribles. Con huecos, con lugares desperdiciados, faltos de uso.
¿Cómo se da cuenta un niño de que una ciudad no funciona?
Yo soy sevillano. El centro histórico de Sevilla es el mayor de España con diferencia, catalogado. Pues no había columpios.
¿Y siendo usuario de columpios tomaba ya nota de las carencias urbanas?
Desde que tengo uso de razón recojo basura para hacer cosas. Mi madre lo sabe. Ella dice que hoy hago lo mismo que hacía de pequeño. En eso soy afortunado. Por lo demás, me fastidian y me fascinan los lugares vacíos.
¿Por qué?
Son lugares irreales, en stand by. Todavía no son, pero pueden ser. En los sitios deben ocurrir cosas. Y allí nunca pasa nada.
¿Horror al vacío?
No. No es una cuestión estética. Es que necesito que se usen las cosas. Siento urgencia por dar vida a las cosas que no la tienen y que deberían tenerla: un solar, un edificio vacío. Creo en el reciclaje de lugares tanto como en el de objetos.
¿Los arquitectos son demasiado obedientes? ¿Nunca repiensan la ciudad?
Hay de todo. Pero todos participan en los concursos que convocan los políticos y la actitud crítica es mínima. Hay un servilismo absoluto. Hay tantas ganas de construir, tantas ganas de poner ahí tus huevos, que uno deja hasta de pensar. Hay, eso sí, mucha elegancia en las formas, mucha elegancia en el trato político. Yo apenas veo arquitectos que pongan en juego su vida laboral por quejarse por algo injusto.
¿Le asusta poner en juego su vida laboral?
Ese miedo viene de vez en cuando. Pero como todo lo que hemos planteado lo hemos construido... He construido más como estudiante de arquitectura que como arquitecto. Ahora volvemos a hacer unas casas autodenunciadas que ya hice hace siete años. Viviendas ilegales para intentar buscar un protocolo legal que legalice esa situación.
A la gente que no tiene casa, a los jóvenes sin vivienda, ¿les aconseja que salgan a la calle a protestar? ¿Que tomen la calle?
La protesta pacífica es importante. Durante años me he nutrido de los correos electrónicos que llegan (www.recetasurbanas.com) con gente que cuenta sus problemas, sus dudas sobre la vivienda. Te piden ayuda técnica para poder hacerse una casa. Y soluciones hay muchas.
¿Tiene muchas?
Hay montones. Las cooperativas nórdicas: "Danos suelo, nosotros construimos". No somos propietarios de la casa, pero la utilizamos toda la vida. Rehabilitemos edificios públicos y luego utilicémoslos nosotros.
¿No hay ganas de solucionar el problema?
Ganas por parte de los jóvenes es muy difícil. Pero aun así, hay algunos echados para adelante. Tienen un pequeño ahorro y se quieren esforzar en hacer una casita.
De las suyas, ilegales, claro.
Sí, claro.
España es uno de los países con más propietarios. Seguramente hay más hipotecas asumidas que ganas de salir a la calle. ¿Cómo convence a un joven con cuatro duros para que los invierta en una vivienda ilegal que puede perder?
Un ejemplo. Mi amigo Pepe lleva siete años en una vivienda ilegal. Tiene una casa estupenda en una azotea.
¿De quién es la azotea? ¿De su familia?
Nada de eso. Estamos llegando a acuerdos con comunidades de propietarios con pocos recursos. Se pueden construir casas en la azotea con un contrato entre ellos. El inquilino paga un alquiler y gastos de comunidad. Con eso limpian la escalera o pintan la fachada. Todos ganan.
¿Usted ha tenido problemas con la ley?
Claro. Cuando puse los columpios en las cubas para hacer un parque tuve que ir a comisaría. O cuando puse los andamios para agrandar unas viviendas. Ahora he hecho una demolición en Fuerteventura. Contraté una excavadora para cortar una carretera. Y se ha cortado.
¿Para qué?
En Fuerteventura se hizo esa carretera de varios kilómetros para una urbanización que se paralizó en los tribunales. La obra está parada, pero la carretera no desaparecía. Hicimos unos carteles explicando un supuesto proyecto del Cabildo para acabar con todo aquello. Luego contraté a un señor y levantó la carretera. Es una manera de intervenir directamente. Los que más incumplen la normativa suelen ser los de la Administración pública.
¿Cuándo decidió protestar y por qué?
No empecé protestando, sino solucionando. Muy tímidamente, cuando puse columpios sobre contenedores en un descampado para que el barrio tuviera una zona de juegos, creo que solucioné una carencia.
¿No empezó agrandando la casa de sus padres?
A la vez. Yo tenía el problema de la mayoría de los jóvenes: que viven con sus padres y no pueden tener la intimidad que necesitan. Ocupé la azotea. La conecté al piso de mis padres con un tubo. Luego, por problemas familiares, me fui de casa. Y me puse a hacer casas para otros. Porque no tenía ganas de romper esa vida familiar que teníamos.
¿Cuántos son en su casa?
Éramos cuatro chicos, uno de mis hermanos falleció. Y de ahí vino toda esa historia, nuestro problema.
Y su padre, coronel del ejército, ¿qué cara ponía ante sus ocurrencias?
Siempre ha respetado mi actitud. Le cuesta entender mis replanteos legales, porque tiene unas convicciones muy fuertes. Él me animó a estudiar arquitectura.
¿Sus hermanos qué hacen?
Uno es abogado; el otro, economista. Y el que falleció era militar.
¿Su madre?
Ama de casa. Pero trabaja más que todos nosotros juntos. Y es animadora absoluta de las cosas que yo hago. Cuando puse los columpios me decía: "Yo voy con mis amigas, nos sentamos allí, y si la gente no los usa, les animamos a que se monten". No hizo falta. Se usaron mucho. Pero yo no hacía las cosas por denunciar. Yo hacía lo que hacía falta. Luego fui tomando conciencia de que hacer lo que nadie ha hecho es protestar. Ponerte a solucionar problemas puede ser protestar. Pero yo no era protestón. De hecho, necesitaba mucha serenidad, porque tenía que estudiar la ordenanza y ver por dónde fallaba para interpretarla.
¿Se ve poniendo tornillos toda la vida?
Creo que sí. Los proyectos que estamos haciendo funcionan todos con tornillos. Y eso, además de abaratar la construcción, hace que le tomes más cariño a lo que haces. Además, como montar cosas con tornillos requiere plazos tan cortos, te relacionas con la gente que va a ser usuaria. A mí me gusta. El otro día suspendí una exposición en Nueva York por irme a poner tornillos a Granada. Eso sí que es una experiencia personal, tres días poniendo tornillos juntos.
Ese mundo de charlas y exposiciones en las que participa para financiarse, ¿no teme que le aparte de su objetivo?
El mundo del arte es muy caprichoso. Si al mundo del arte le da por pasar de mí, yo voy a seguir haciendo lo mismo.
¿Qué opina del mundo del arte actual?
El mercado está condicionando mucho el trabajo de los artistas. Eso no es malo. Lo malo es que condicione su criterio.
¿Para qué quieren los ricos, que son los que pueden comprar arte, meterse lo subversivo en casa?
Seducción pura y dura, ¿no? Lo que gusta es lo que no tienes. También los políticos se dedican a seducir.
¿Con usted lo han intentado?
Hay políticos que se dedican a eso. A mí me han propuesto que haga algo más cercano a sus propuestas que a lo que yo quería: un uso distinto para el suelo urbano. Puedo entender a amigos que han caído en la seducción. Un mal momento, una enfermedad, una racha de soledad. Puedo entender que uno, un día, acepte participar en un concurso en el que no es legal ir ya como ganador. ¿Vas a hacer mal el proyecto? No. Entiendo la tentación. Pero ahora mismo tengo la fortuna de trabajar en un colectivo, una red de amigos. Si yo estoy más hundido, ellos están trabajando, poniendo contenedores o reciclándolos o haciendo un centro social.
Las lagunas de las ordenanzas, que son su campo de acción, ¿terminarán un día?
No. No se acabarán nunca porque la ilegalidad es una cosa tan antigua como la propia ley. La ilegalidad normalmente se aplica al beneficio económico puro y duro, y en nuestro caso planteamos ciertas ilegalidades no como un fin, sino como un medio. Lo que hacemos es tratar de cambiar la situación y llegar a legalizar situaciones diferentes. Siempre habrá que replantear la legislación. Es parte de su lógica. Las legislaciones deben evolucionar y hacerse mejores. No se puede ser perezoso para cambiar las cosas.
¿Se tiene que ser joven?
Conozco gente mayor mucho más joven que los jóvenes. Gente que viene de otra radicalidad, de otras posiciones ideológicas. La gente joven hoy vibra muy poco. En las asociaciones, los jóvenes se hacen visibles, pero a nivel general, la cosa de la juventud va mal.
¿Cómo lo nota?
Para empezar, por el alumnado. No doy clase en una universidad, sino en veinte. Hago talleres. Y siempre pregunto por el alumnado. La opinión en los últimos quince años es siempre la misma: más acomodado, menos curioso, más competitivo... La posición crítica o la vas reforzando de joven o estás perdido. Si no lo haces, al final te tragas una hipoteca, un trabajo de mierda y lo que haga falta. Es tan sencillo como eso. Y hay gente vieja alucinante. El otro día en Ginebra conocí a un arquitecto, Hans Peter Muller. Vivía en una casa hinchable. Treinta y cinco años llevaba allí. Se hartó de los procesos ideológicos y dijo: "Para teoría, vosotros. Yo me voy para otro lado. Me voy a hincharla".
¿No se cansa de vivir fuera de la ley?
No me canso porque no vivo fuera de la ley. Planteo legalidades continuamente. Vivo alquilado. Tengo un coche de segunda mano. No tengo propiedades. Lo que cansa es replantear continuamente la legislación. Eso sí.
¿A su madre no le preocupa que no tenga casa?
Pues sí. Obviamente, mi madre, como buena madre española, siempre me dice: "Santi, intenta comprar la casa. Habla con el casero. A ver si te compras un coche mejorcito". Pero como dice mi hermano mayor: tiene que haber gente de todo tipo. Claro que hay malas rachas...
¿Por qué hay tan pocos arquitectos socialmente ejemplares?
Porque no están claros los cauces. No sabrán cómo trabajar. Es más clara la estrategia de ganar un concurso que plantear un trabajo colectivo. En la escuela de arquitectura aprendes que una de las vías para trabajar son los concursos. Pero nadie se plantea que un concurso es tratar de solucionar con una pieza arquitectónica la ciudad que otros han inventado en un pliego de condiciones. Hay que plantear si hace falta un museo, no si va a ser marrón.
¿Por qué a los arquitectos les preocupa más ser elegantes que implicarse socialmente?
Puede que por la imagen que muchos tienen de sí mismos. No he visto profesión más soberbia. Como arquitecto, o eres borde y aparentemente intelectual o no te valoran. En los noventa estaba de moda hablar de los procesos. Cogían una mancha de su camisa, la fotocopiaban y de ahí salían los trazos para hacer la arquitectura. Yo les pregunté que puestos a elegir un proceso, por qué elegían ser elegantes. Les dije que en el arte de entonces estaban trabajando con el sexo, con excrementos, con el miedo, con la violencia. Y ellos, con cositas de colores. "Si lo que os interesa es el proceso", les dije, "sois más pobres que los artistas". Les molestó. Me respondieron que hiciera yo arquitectura con mierda.
Lo social, como lo sostenible, ¿no se ha convertido en una moda?
La palabra, por sobreusada, está vacía de contenido. Pero está claro que lo sostenible es lo que se mantiene con lo mínimo, lo que funciona bien. Socialmente, eso se ve en los barrios. Cuando uno se empieza a desarticular por falta de tranquilidad, por desigualdad de equipamientos, por absentismo escolar, por paro... hay cien indicadores que avisan: peligro a la vista.
Si todo es tan mensurable, ¿por qué no lo solucionan los políticos?<>
"Nuestro trabajo es mucha disciplina y mucho azar"
El Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (MUSAC), obra de Emilio Tuñón y Luis M. Mansilla, ha obtenido el máximo galardón arquitectónico de la Comisión Europea, el Premio Mies van der Rohe. El jurado reconoce al MUSAC por "la forma en que una serie de contenedores interrelacionados permite crear espacios interiores flexibles capaces de resolver los problemas que plantea la exposición del arte contemporáneo".
El museo se sitúa así entre los 10 mejores edificios europeos de los últimos 20 años (el premio europeo se concede cada dos años) y sus autores pasan a engrosar una lista en la que ya se incluyen el británico Norman Foster (por el aeropuerto de Stanstead, en Londres), el holandés Rem Koolhaas (por la Embajada de Holanda en Berlín), la ifadraquí Zaha Hadid (por una terminal de tranvías en Estrasburgo) o el navarro Rafael Moneo (por el Kursaal de San Sebastián). Otro equipo español, el formado por Esteve Bonell y Francesc Rius, también recibió el Mies van der Rohe en 1992 por el Velódromo de Horta, en Barcelona. En esa ciudad recogerán Tuñón y Mansilla el galardón, dotado con 50.000 euros, el 14 de mayo.
Emilio Tuñón y Luis Moreno Mansilla (Madrid, 1958 y 1959, respectivamente) intimaron trabajando para Rafael Moneo, con quien permanecieron más de 10 años. Poco a poco, construyendo un proyecto cada dos años, han ido sembrando el mapa de España de edificios singulares: el Centro Documental de la Comunidad de Madrid, el Museo de Castellón, el de Zamora, el Auditorio de León o el Museo de Arte Contemporáneo de esa ciudad (MUSAC), que ahora ha sido reconocido como el mejor edificio europeo de los últimos dos años. Reciben a EL PAÍS en su estudio, dos pisos destartalados en el barrio madrileño de Cuatro Caminos. El lugar donde trabajan tiene el aspecto de un taller de estudiantes. Pero allí se diseñan edificios que cambian las ciudades.
Pregunta. El Premio Mies van der Rohe que han obtenido por el MUSAC de León les ha puesto al lado de Siza, Foster, Moneo o Koolhaas. ¿Es su mejor edificio?
Luis Moreno Mansilla. Es una pieza entera, la que teniendo menos cosas acumula más lecturas. Es muy estricto: un cuadrado y un rombo, pero hace referencia a muchas cosas: a la historia del lugar empleando los colores de las vidrieras de la catedral, al pasado romano de la ciudad con el pavimento, habla de cómo se puede pensar la arquitectura como campo matemático sin que importe la forma ni el perímetro. Se relaciona con la agricultura, la base de la región, porque nos fascinaban los terrenos con formas irregulares que siguen el orden del arado. Pensamos que es un escenario para las personas.
P. ¿Es su trabajo más libre?
Emilio Tuñón. Es el punto en el que hemos adquirido libertad. Nuestro trabajo parte de una base restrictiva y va adquiriendo libertad. Como sucedía con el taller de literatura potencial Oulipo -el libro de Perec, ése tan bonito en el que desaparece una letra-, los grados de libertad van ligados a eliminar cada vez más cosas. Desde el punto de vista compositivo, el MUSAC son muy poquitas cosas: un sistema en planta y otro en fachada. No hay más. Pero para nosotros es un taller de arquitectura potencial.
P. ¿Cómo puede un arquitecto ganar libertad?
L. M. Con la sospecha de que la visibilidad de distintas cosas sólo es posible a través de una simplificación. Es una paradoja. Lo más sencillo ofrece más lecturas.
P. El MUSAC comparte barrio con otra obra suya, el Auditorio. Pero sienten que es un paso más. ¿En qué consiste el progreso en arquitectura?
E. T. Nos tomamos la arquitectura como un problema personal. Creemos, como Richard Rorty, que el éxito en arquitectura se produce por una coincidencia entre las obsesiones personales y las necesidades públicas. El Auditorio, frente al Hostal de San Marcos, debía dialogar con ese edificio histórico y hablar un idioma contemporáneo. El MUSAC habla de la participación del barrio. Es un edificio para todos. Algunas parejas de recién casados que antes se hacían las fotos ante el Hostal ahora se retratan frente al MUSAC. En el fondo hay algo de apropiación de los colores del museo. Hacen suyo algo que pertenece a la ciudad.
P. ¿El Auditorio es un paso necesario para el MUSAC, tanto en León como en su trayectoria? ¿Hay edificios que abren la puerta a otros?
E. T. La arquitectura es muy abstracta. Se basa en sistemas geométricos que pertenecen al metalenguaje de los arquitectos. Pero hay maneras de hacer que la gente de la calle sea capaz de entender un edificio abstracto: los colores recuerdan la variedad, una multitud de gente con vestidos diferentes, ropa colgada.
P. Son de Madrid. Tienen pasado y futuro en esa ciudad, pero han crecido en provincias con edificios de capital. ¿En qué resulta eso?
E. T. Hacer edificios fuera de Madrid nos ha dado mucho tiempo para pensar. Vamos a todas partes conduciendo y eso nos permite hablar y nos ha quitado prisas. Una cosa que nos alegra del MUSAC y del Auditorio es que le han dado la vuelta a su ciudad. El MUSAC ha insuflado a León otro aliciente, la contemporaneidad del mundo del arte. Ha llevado optimismo. Se ha sumado a cambios como la peatonalización. León es una ciudad en marcha. Allí ya casi no hace frío.
P. En 15 años llevan construidos siete proyectos. Ese ritmo de convertir la práctica en un laboratorio ¿es una actitud? ¿La receta para la eterna juventud?
E. T. Entendemos la arquitectura como algo que nos permite conocer y analizar el mundo. Atragantarse con muchas obras no nos parece que ayude a conocer mejor, sino peor. Queremos que todos, constructores y gente del despacho, piensen que la arquitectura es algo para disfrutar y no para sufrir.
P. ¿Y cómo lo hacen?
E. T. Hacemos una obra cada dos años.
L. M. Pero trabajamos como leones. Hacemos 10 concursos al año. De modo que no es que hayamos escogido este ritmo. La vida nos lo ha escogido y luego nos ha gustado. Cada proyecto nos ha servido para introducir nuevas cosas. Damos una pedalada cada vez.
P. Varios hechos en su trayectoria hablan de su falta de prisas. Por ejemplo, el empeño por tirar adelante un fanzine de pensamiento, Circo, que publican y distribuyen, gratuitamente, desde hace casi veinte años. ¿Qué aporta a un arquitecto interesarse por la literatura, por el cine, por otras disciplinas?
L. M. Mucho. Los problemas que tiene la arquitectura coinciden con los problemas de los demás. Y a veces ves mecanismos más claros en otros sitios. Circo nació como una carta con amigos y sigue siéndolo. Y a través de eso surgen las ideas. Pero resume nuestro trabajo: mucha disciplina -sacamos un número cada mes- y mucho azar. Estamos abiertos a lo que nos llega. Sabemos lo que queremos. Somos trabajadores e insistentes. Pero nos sentimos felices cuando llega el azar. Y decide.
P. El premio les ha puesto al lado de su maestro, Rafael Moneo, con el que trabajaron más de 10 años. ¿Cuál es la lección de Moneo?
E. T. Nos dio un modelo. Cuando tienes un modelo cada vez que vas a hacer algo, en el fondo, piensas ¿cómo lo haría Rafael? Luego, a lo mejor lo haríamos diferente. Pero tener un modelo de alguien que admiras y quieres te hace de guía. Como los hijos con los padres, los discípulos recurrimos al maestro, aunque sea para llevarle la contraria.
El museo se sitúa así entre los 10 mejores edificios europeos de los últimos 20 años (el premio europeo se concede cada dos años) y sus autores pasan a engrosar una lista en la que ya se incluyen el británico Norman Foster (por el aeropuerto de Stanstead, en Londres), el holandés Rem Koolhaas (por la Embajada de Holanda en Berlín), la ifadraquí Zaha Hadid (por una terminal de tranvías en Estrasburgo) o el navarro Rafael Moneo (por el Kursaal de San Sebastián). Otro equipo español, el formado por Esteve Bonell y Francesc Rius, también recibió el Mies van der Rohe en 1992 por el Velódromo de Horta, en Barcelona. En esa ciudad recogerán Tuñón y Mansilla el galardón, dotado con 50.000 euros, el 14 de mayo.
Emilio Tuñón y Luis Moreno Mansilla (Madrid, 1958 y 1959, respectivamente) intimaron trabajando para Rafael Moneo, con quien permanecieron más de 10 años. Poco a poco, construyendo un proyecto cada dos años, han ido sembrando el mapa de España de edificios singulares: el Centro Documental de la Comunidad de Madrid, el Museo de Castellón, el de Zamora, el Auditorio de León o el Museo de Arte Contemporáneo de esa ciudad (MUSAC), que ahora ha sido reconocido como el mejor edificio europeo de los últimos dos años. Reciben a EL PAÍS en su estudio, dos pisos destartalados en el barrio madrileño de Cuatro Caminos. El lugar donde trabajan tiene el aspecto de un taller de estudiantes. Pero allí se diseñan edificios que cambian las ciudades.
Pregunta. El Premio Mies van der Rohe que han obtenido por el MUSAC de León les ha puesto al lado de Siza, Foster, Moneo o Koolhaas. ¿Es su mejor edificio?
Luis Moreno Mansilla. Es una pieza entera, la que teniendo menos cosas acumula más lecturas. Es muy estricto: un cuadrado y un rombo, pero hace referencia a muchas cosas: a la historia del lugar empleando los colores de las vidrieras de la catedral, al pasado romano de la ciudad con el pavimento, habla de cómo se puede pensar la arquitectura como campo matemático sin que importe la forma ni el perímetro. Se relaciona con la agricultura, la base de la región, porque nos fascinaban los terrenos con formas irregulares que siguen el orden del arado. Pensamos que es un escenario para las personas.
P. ¿Es su trabajo más libre?
Emilio Tuñón. Es el punto en el que hemos adquirido libertad. Nuestro trabajo parte de una base restrictiva y va adquiriendo libertad. Como sucedía con el taller de literatura potencial Oulipo -el libro de Perec, ése tan bonito en el que desaparece una letra-, los grados de libertad van ligados a eliminar cada vez más cosas. Desde el punto de vista compositivo, el MUSAC son muy poquitas cosas: un sistema en planta y otro en fachada. No hay más. Pero para nosotros es un taller de arquitectura potencial.
P. ¿Cómo puede un arquitecto ganar libertad?
L. M. Con la sospecha de que la visibilidad de distintas cosas sólo es posible a través de una simplificación. Es una paradoja. Lo más sencillo ofrece más lecturas.
P. El MUSAC comparte barrio con otra obra suya, el Auditorio. Pero sienten que es un paso más. ¿En qué consiste el progreso en arquitectura?
E. T. Nos tomamos la arquitectura como un problema personal. Creemos, como Richard Rorty, que el éxito en arquitectura se produce por una coincidencia entre las obsesiones personales y las necesidades públicas. El Auditorio, frente al Hostal de San Marcos, debía dialogar con ese edificio histórico y hablar un idioma contemporáneo. El MUSAC habla de la participación del barrio. Es un edificio para todos. Algunas parejas de recién casados que antes se hacían las fotos ante el Hostal ahora se retratan frente al MUSAC. En el fondo hay algo de apropiación de los colores del museo. Hacen suyo algo que pertenece a la ciudad.
P. ¿El Auditorio es un paso necesario para el MUSAC, tanto en León como en su trayectoria? ¿Hay edificios que abren la puerta a otros?
E. T. La arquitectura es muy abstracta. Se basa en sistemas geométricos que pertenecen al metalenguaje de los arquitectos. Pero hay maneras de hacer que la gente de la calle sea capaz de entender un edificio abstracto: los colores recuerdan la variedad, una multitud de gente con vestidos diferentes, ropa colgada.
P. Son de Madrid. Tienen pasado y futuro en esa ciudad, pero han crecido en provincias con edificios de capital. ¿En qué resulta eso?
E. T. Hacer edificios fuera de Madrid nos ha dado mucho tiempo para pensar. Vamos a todas partes conduciendo y eso nos permite hablar y nos ha quitado prisas. Una cosa que nos alegra del MUSAC y del Auditorio es que le han dado la vuelta a su ciudad. El MUSAC ha insuflado a León otro aliciente, la contemporaneidad del mundo del arte. Ha llevado optimismo. Se ha sumado a cambios como la peatonalización. León es una ciudad en marcha. Allí ya casi no hace frío.
P. En 15 años llevan construidos siete proyectos. Ese ritmo de convertir la práctica en un laboratorio ¿es una actitud? ¿La receta para la eterna juventud?
E. T. Entendemos la arquitectura como algo que nos permite conocer y analizar el mundo. Atragantarse con muchas obras no nos parece que ayude a conocer mejor, sino peor. Queremos que todos, constructores y gente del despacho, piensen que la arquitectura es algo para disfrutar y no para sufrir.
P. ¿Y cómo lo hacen?
E. T. Hacemos una obra cada dos años.
L. M. Pero trabajamos como leones. Hacemos 10 concursos al año. De modo que no es que hayamos escogido este ritmo. La vida nos lo ha escogido y luego nos ha gustado. Cada proyecto nos ha servido para introducir nuevas cosas. Damos una pedalada cada vez.
P. Varios hechos en su trayectoria hablan de su falta de prisas. Por ejemplo, el empeño por tirar adelante un fanzine de pensamiento, Circo, que publican y distribuyen, gratuitamente, desde hace casi veinte años. ¿Qué aporta a un arquitecto interesarse por la literatura, por el cine, por otras disciplinas?
L. M. Mucho. Los problemas que tiene la arquitectura coinciden con los problemas de los demás. Y a veces ves mecanismos más claros en otros sitios. Circo nació como una carta con amigos y sigue siéndolo. Y a través de eso surgen las ideas. Pero resume nuestro trabajo: mucha disciplina -sacamos un número cada mes- y mucho azar. Estamos abiertos a lo que nos llega. Sabemos lo que queremos. Somos trabajadores e insistentes. Pero nos sentimos felices cuando llega el azar. Y decide.
P. El premio les ha puesto al lado de su maestro, Rafael Moneo, con el que trabajaron más de 10 años. ¿Cuál es la lección de Moneo?
E. T. Nos dio un modelo. Cuando tienes un modelo cada vez que vas a hacer algo, en el fondo, piensas ¿cómo lo haría Rafael? Luego, a lo mejor lo haríamos diferente. Pero tener un modelo de alguien que admiras y quieres te hace de guía. Como los hijos con los padres, los discípulos recurrimos al maestro, aunque sea para llevarle la contraria.
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